LLAMADA A BAZARRE
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confesion 1:19 San Josemaría Confesión
“Y para que ninguno lo olvide –dice la historia– se previene que todos los años convoque el mayoral a bazarre... para leer las ordenanzas en voz alta”, con el buen juicio de que no se olvidase en lo sucesivo de los puntos fijados.
Año nuevo, orden nuevo: esfuerzo joven para conquistar metas sublimes en esta nueva prueba deportiva de casi cuatrocientas metas volantes, que es el año que acabamos de estrenar, y del que hemos recorrido ya la primera decena.
“Y para que ninguno lo olvide –dice la historia– se previene que todos los años convoque el mayoral a bazarre... para leer las ordenanzas en voz alta”, con el buen juicio de que no se olvidase en lo sucesivo de los puntos fijados.
Año nuevo, orden nuevo: esfuerzo joven para conquistar metas sublimes en esta nueva prueba deportiva de casi cuatrocientas metas volantes, que es el año que acabamos de estrenar, y del que hemos recorrido ya la primera decena.
Año nuevo, espacio nuevo para rectificar errores; trampolín reciente para construir los deseos antiguos en realidades presentes; campo propicio para sembrar sueños y esperar que llegue, con paciencia y con alma, el día de la siega.
Un nuevo año es un tiempo para ahondar en el momento presente; en la actividad concreta de cada instante; una oportunidad para trabajar en la parcela delimitada por veinticuatro señales exactas e iguales.
El año nuevo es como un traje, sin estrenar, sin confeccionar siquiera. Prenda que haremos día a día, con la parsimonia y la fe con que construye la mujer sencilla y trabajadora la costosa colcha a ganchillo: vuelta a vuelta, ovillo a ovillo; con la constancia que fabrica la golondrina el nido: paja a paja, después de mil idas y venidas.
Año nuevo, lance nuevo para cambiar de vida y hacerla mejor; para derribar lo viejo y realzar lo nuevo: para podar las ramas secas, inservibles y esperar los nuevos brotes; para variar el comportamiento osco y egoísta de las jornadas pasadas, por un aspecto más humano y generoso.
Un año nuevo es una atalaya inmensa para no mirar atrás, para no lamentarse, sino más bien, para tender la vista iluminada, más allá de las montañas.
Las cosas, los árboles, los hombres, son como son, pero siempre pueden mejorarse.
Un año nuevo es una ocasión para rehacer jirones; para blanquear fachadas; para vivificar intenciones; para volver las aguas desbordantes al manso cauce.
Qué bien lo entendieron los habitantes de Lizasoain, allá por el siglo XV. Dice la historia que «no andaban muy avenidos sus vecinos en aquella época, como puede apreciarse por la humilde confesión que hacen en el preámbulo” de los cotos y paramentos del lugar: «los habitadores del concejo de la villa de Lizasoain, de presente andamos fuera de toda regla justa et debida, non guardando honor a Dios ni a sus santos, ni "oviendo" temor ni vergüenza, et facer et fablar unos de otros inconvenientes, palabras deshonestas et injuriosas, ni podemos defender nuestros fruitos ni las yérbas de nuestros términos, ni habemos regla debida alguna...»[1]
Sin embargo, un día, vamos a imaginarnos un principio de año, en el recinto de la iglesia parroquial, reunido el pueblo “a pulsación de campana”, el concejo, bajo la presidencia del vicario, abad de Zuasti, aprobó los cotos y paramentos, donde se obligaban a rehacer la vida, tanto religiosa, como social, a la vez que se señalaban minuciosamente pequeños detalles de convivencia y de comportamiento relacionados con la caridad, protección de la vida, hacienda y honra, defensa de viñedos y cereales, siendo incluso castigados con sanciones concretas y precisas.
“Y para que ninguno lo olvide –sigue la historia– se previene que todos los años convoque el mayoral a bazarre el domingo anterior a San Miguel de septiembre, para leer las ordenanzas en voz alta”. En 1546, se agregaron algunos cotos más a los antiguos y el bazarre se reunía en el lugar o plaza llamada Beroquía”.
Un comienzo de año es una nueva convocatoria a bazarre a todos los hombres de cada pueblo, de cada ciudad, del mundo entero, con el fin de que cada uno de los componentes, nos comprometamos a ayudarnos más y mejor; a respetarnos en las opiniones y pareceres: a obligarnos a reconstruir paz y a edificar justicia; a sembrar serenidad y recoger ecuanimidad y beneficios.
Un año nuevo es una coyuntura para erigir, en nuestro caminar ligero, si hacemos un hueco al amor, un monumento a la verdad, que nos sirva para animarnos y fortalecernos en la ardua hechura de nuestra propia verdad.
Año nuevo, orden nuevo, esfuerzo fresco, coraje actual, corazón moderno.
DN 11 de enero de 1981
[1] Florencio Idoate, Rincones de la Historia de Navarra, Ediciones Aramburu, Pamplona 1979, Tomo I, p. 371-374.
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