La escarcha mañanera
“Más pronto o más tarde, la escarcha se va. Siempre sale el sol majestuoso y fuerte que con sus rayos
luminosos y cortantes deshace inexorablemente los puntos de rocío y congelación”.
Escarcha es, en una definición breve de un sencillo diccionario, un rocío de la noche congelado. De una manera menos técnica y un poco más poética: escarcha es un chaparrón nocturno de friura que permanece, en ocasiones, actuando hasta altas horas del día sobre cosas, vegetales y animales.
“Más pronto o más tarde, la escarcha se va. Siempre sale el sol majestuoso y fuerte que con sus rayos
luminosos y cortantes deshace inexorablemente los puntos de rocío y congelación”.
Escarcha es, en una definición breve de un sencillo diccionario, un rocío de la noche congelado. De una manera menos técnica y un poco más poética: escarcha es un chaparrón nocturno de friura que permanece, en ocasiones, actuando hasta altas horas del día sobre cosas, vegetales y animales.
Si eres madrugador, conocerás de maravilla el semblante blanquecino y alargado de la ilustre visitante mañanera y, sobre todo, habrás sentido sus efectos punzantes y virulentos.
Saltar a la calle, pasar los senderos y plazas o recorrer los caminos del campo, es conocer su presencia y aguijón. Las orejas se encogen aturdidas y las solapas del abrigo se alzan instintivamente con el afán de proteger y guardar los extremos de nuestros sentidos.
También existen escarchas ideológicas. Son pequeñas gotas de pensamiento que descienden lentamente sobre los cerebros de las gentes hasta congelar, al menos en apariencia, la verdad objetiva de las cosas.
Los efectos son: encogimiento, aturdimiento, congelación y desaire, a no ser que te protejas con la caperuza de la prudencia y te autodefiendas con el calor interior de la verdad y libertad.
Pero, más pronto o más tarde, la escarcha se va. Siempre sale el sol majestuoso y fuerte que con sus rayos luminosos y cortantes deshace inexorablemente los puntos de rocío y congelación.
También en el aspecto de las ideas existe el sol de la verdad. Y siempre pasan los errores y manipulaciones, volviendo a brillar la luz interior y el resplandor exterior de la alegría.
Cuando somos sencillos y limpios de corazón, cuando construimos la paz y amamos la vida en todas sus estaciones, cuando luchamos por la justicia y no buscamos la venganza, cuando abrimos las puertas al bien y no perdemos la esperanza, cuando apoyados en el ejemplo de nuestros mayores construimos los lazos de la amistad, entonces, con el sol del amor y la claridad de la verdad, estamos deshaciendo la escarcha del odio y la mentira, la escarcha del conformismo y materialismo, la escarcha de la trapisonda y de la falsedad[1].
Es aconsejable protegerse de la escarcha mañanera y de la escarcha de las ideas vacías de sentido común y trascendente, por lo peligrosas que ambas son, pero sobre todo de esta última, que puede congelarte para siempre.
En estas mañanas de invierno, crudo y seco, es conveniente arroparse. En estos tiempos, de confusión y de desbarajustes, no viene mal andarse con cuidado.
DN 16 de enero de 1983
[1] Mt. 5, 1-12.
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