Introducción
El origen de este libro empezó así:
Era yo, por entonces, Profesor de Religión en el Colegio Irabia, situado entre el creciente Municipio de Burlada, en el término “La Morea”, y el extenso barrio de la Chantrea (Pamplona). Colaboraba también, los sábados y domingos, en la Parroquia de San José, ubicada en este mismo barrio. Había terminado, recientemente, la tesis doctoral en Sagrada Teología en la Universidad de Navarra.
Movido por una innata afición a escribir, y empujado por un fiel amigo, un buen día –han pasado ya dos décadas–, me propuse conectar con el Diario de Navarra, periódico local, en aquellos tiempos, como ahora, de gran tirada, con el fin de ejercitar esta personal aspiración.
La cosa resultó relativamente fácil. Y así, a finales de enero de 1980, inicié mi primera colaboración periódica. Me propuse como objetivo: proporcionar a los posibles lectores de este nuevo espacio, breves temas para la reflexión, salpicados con curiosas pinceladas históricas. Para ello, utilizaría dichos o leyendas, con preferencia referidos a comarcas geográficas de Navarra o relacionados con sus gentes. Al final del escrito insertaría siempre un sobrio mensaje. Así de concreto y así de sencillo, era el proyecto que pretendía realizar y que de hecho realicé durante varios años.
El estudio, la lectura, el seguimiento de las noticias diarias y, sobre todo, la observación de los comportamientos de las gentes con las que me rozaba, fueron las principales fuentes de las que me serví para elaborar aquellos escritos. Utilicé para redactarlos, mi vieja máquina de escribir “Hispano Olivetti”.
Para cabecera de este nuevo espacio, había seleccionado dos títulos: el mirador y Al trasluz. Me gustaba “el mirador”, lugar elevado, desde donde poder ver los hechos y los acontecimientos –la vida– con cierta visión global y poder comentarlos. El Diccionario de Real Academia Española me ofrecía esta definición: “mirador, lugar alto y bien situado para observar o contemplar un paisaje”. Y bien que se acomodaba el proyecto con el vocablo.
El otro posible título era “Al trasluz”, ver las cosas a través de lo dicho o vivido en otros momentos, por otras personas, desde otros puntos de vista. El Diccionario de la Real Academia Española también me ofrecía su definición: “Al trasluz, dícese de la manera de ver o mirar una cosa, estando ésta entre la luz directa y el ojo del que mira, de modo que se transluzca o transparente”. También tenía enjundia el vocablo.
Finalmente me decidí por el segundo “Al trasluz”.
Y “Al trasluz” estuve escribiendo durante casi un lustro; sin periodicidad fija, con extensión desigual y con argumentos que fueron surgiendo de hechos concretos, de noticias recientes, mezclados con dichos, historias, leyendas especialmente de tierras navarras. Entre bromas y veras, escribí más de cien colaboraciones.
Apenas eran publicados en el periódico, inmediatamente, los recortaba. Aunque antes de guardarlos en mis carpetas archivadoras, hacía con ellos una nueva lectura a mis padres. Ellos, en ocasiones, con total naturalidad, me pedían les explicase una palabra difícil, les comentara alguna frase complicada o simplemente les repitiera la anécdota o sucedido allí narrado. A continuación, pegaba estos recortes cuidadosamente en un folio en blanco, no si antes anotar —no siempre lo hice—, día, mes y año de su aparición.
Por motivos de trabajo, me vi obligado a abandonar esta colaboración. El espacio “Al trasluz”, siguió figurando durante un buen tiempo en el Diario de Navarra. Lo firmaba un joven periodista, llamado Santiago Mendive. Más tarde, desaparecieron de las páginas del Diario de Navarra el título “Al trasluz” y la firma del periodista.
Ahora, transcurridos veinte años, me propongo publicar aquellos escritos “Al trasluz”. No sólo los que vieron la luz, sino también los que, por razones que no son del caso, no fueron publicados. Y los presento, agrupados en cinco capítulos, titulados: todo tiene arreglo; por un mismo cauce; el mejor reportaje; lazos de amistad; y nuevos surcos, bajo el rótulo general: “Al trasluz, una manera de ver o mirar las cosas”.
En el primer capítulo, “Todo tiene arreglo”, se incluyen treinta y siete escritos que vieron la luz en el año 1980. Por esas páginas desfilan asuntos tan locales como el “pocico” de San Cernin, el encierro, desde el callejón; otros hacen referencia a leyendas de pueblos navarros, por ejemplo, por no señalar más que algunos, el niño y las abarcas, la serpiente de fuego, el petril del muro o el curandero de Lerín; también aparecen algunos artículos que recogen la actualidad de aquel momento, tales como: el hombre moderno, el hogar en Navarra, al soslayo de las Olimpíadas, los palos del cardenal, etc.; otro conjunto puede agruparse dentro de la denominación vivencias personales, por ejemplo: millones de árboles, el viejo minero de mi tierra, todo tiene arreglo, y otros.
En el segundo, titulado “Por un mismo cauce”, se recogen treinta y cuatro estampas “Al trasluz”, publicadas durante el año 1981. Vuelven a aparecer temas locales, como la vieja tabla de la Catedral, en aguas del Arga, interés por Pamplona; tienen cabida especialmente en este capítulo, apartados sobre leyendas de pueblos, por ejemplo, unión de dos mares, el dragón del príncipe, la vieja iguala de Valtierra, la cruz de Inza, etc. Sobre materias de actualidad cabe destacar: acertada medida alemana, está usted muy gordo, cuestiones fundamentales, y otras. Tampoco faltan títulos que aluden a vivencias personales, por ejemplo, por un mismo cauce, junto al silencio, el peluquero pintor y el pequeño pueblo de Miro.
En el tercer capítulo, titulado “El mejor reportaje”, se agrupan veinte artículos “Al trasluz”. Todos publicados a lo largo del año 1982. En este apartado, no se encuentran tantos textos con marcado tinte localista como en los anteriores, pero sí se señala alguno, por ejemplo: la puerta y la plaza de San José; tampoco son muchos los referidos a leyendas o historias de pueblos navarros; entre ellos, cabe citar Corella la bella, el pleito del vascuence; más abundantes son los que se refieren a la actualidad del momento, por ejemplo: testimonio admirable, el andariego de Dios, el mejor reportaje; y también son varios en los que se mencionan vivencias personales, por ejemplo, una poda al año, la vieja componedora, el anciano y el niño, el pequeño árbol.
El capítulo cuarto, titulado “Lazos de amistad”, es más breve, en total son quince los artículos recogidos; todos ellos vieron la luz el año 1983. Aun dentro de su brevedad, también están presentes los argumentos locales como el pañuelico rojo; sobre leyendas de pueblos navarros, figura, Enrique y Juan Labrit; hay más escritos sobre asuntos de actualidad, de los que citaremos el viajero de la paz, madera de nogal, volver al Catecismo; y también son varios los que tratan sobre vivencias personales, por ejemplo la escarcha mañanera, el barredero de la calle, hojas de otoño y calles llenas de futuro.
El capítulo quinto en extensión, es el más breve: veintiséis artículos. Lleva por título “Nuevos surcos”, todos estos artículos están fechados en el año 1984 o no consta la fecha de su publicación; algunos, aunque fueron escritos para ser publicados, no vieron la luz pública hasta ahora. Como es habitual los hay que inciden en motivos locales, por ejemplo plazas de toros, pobre de mí; sobre leyendas de pueblos, está el titulado ermitas de Navarra; de actualidad figuran, conocía su sentido, con las mejores galas; y sobre vivencias personales pueden citarse, del polvo de la tierra, nuevos surcos, se cruzan los caminos y con nuevo empuje.
El esquema de cada uno de estos artículo, –como hemos dicho más arriba–, primeramente estaba estructurado sobre una frase, un dicho o una leyenda insertas dentro del escrito. Ahora la frase figura al inicio de cada artículo y en distinta letra. Sigue después el texto completo, como antes, apoyado con algunas citas; y permanece también, señalado en negrita, el mensaje final.
Cuando escribí estos artículos para ser publicados en el Diario de Navarra no creí necesario tomar ni ofrecer las fuentes de las que habían sido tomadas las citas empleadas. Ahora, si me ha parecido oportuno ofrecerlas. La consecución de estas fuentes ha sido para mí, un trabajo costoso y laborioso. Pero también me ha proporcionado una enorme satisfacción, semejante, creo a la que experimenta el buscador de tesoros al hallar uno de gran estima.
Por eso, no es de extrañar que con frecuencia haya venido a mi mente la página evangélica sobre la perla y el tesoro: “el Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo. Asimismo el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra” (Mat. 13, 44-46).
Aunque al final, no he podido localizar las fuentes de todas las citas –algunas son referencias generales, simplemente descriptivas–, si lo han sido en su gran mayoría. De un total de 300 citas que figuran en el libro, sólo 7 no he podido verificar.
Finalmente, para facilitar una mayor utilización de esta publicación, al término de cada artículo, he añadido la referencia al día y mes en el que fueron publicados, y al final de todos, tres breves anexos: lista de autores, voces, índices, con la referencia a las páginas donde aparecen.
Antes de concluir esta breve introducción, quiero agradecer, una vez más, a cuantos leyeron estos artículos en el momento de su publicación; dar las gracias también a los que insistentemente, me han pedido los recopilara y publicara en este sencillo volumen; y manifestar mi agradecimiento a cuantos de una u otra forma, me han ayudado a llevar a término este trabajo.
José María Calvo de las Fuentes
sábado, 6 de octubre de 2007
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