sábado, 10 de noviembre de 2007



Una sencilla idea
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“El verano es un momento propicio para visitar las obras de arte, para conocer los desconocido, para profundizar en lo experimentado, para desempolvar lo oculto y sacarle brillo a las más pequeñas acciones”.

También este año sigue pasando gente por la Catedral de Pamplona. Además de los motivos tradicionales, hay que añadir uno particular: la iglesia cabeza de la diócesis es lugar donde poder ganar el jubileo. El año Santo de la Redención está marcando las mañanas y las tardes de muchas personas de Pamplona, de Navarra y de más allá de los límites de la provincia.

El verano es un momento propicio para visitar las obras de arte, para conocer los desconocido, para profundizar en los experimentado y, también, para desempolvar lo oculto y sacarle brillo a las más pequeñas acciones.

A ti amigo –de dentro o de fuera– te brindo una idea, una sencilla idea. Cuando penetres en la Catedral de Pamplona, después de haber contemplado la fachada principal de estilo neoclásico proyectada por Ventura Rodríguez y realizada en el último cuarto de siglo XVIII, vete derecho, sin parar –es un consejo de amigo–, hasta la capilla del Santo Cristo, sita en el brazo sur del crucero. Arrodíllate un momento. Piensa en el ayer que pasó, en el hoy que disfrutas y en el mañana que esperas, y haz caso a tu corazón que te hablará de amores y de perdones, de entrega y de cobardías.

Allí está el Santo Cristo Crucificado, obra del artista navarro-riojano Juan Bazcardo, que trabajó a fines del siglo XVI o principios del XVII. Hay personas que suben por una escalera lateral hasta los pies de la cruz y allí depositan los ligeros fardos de esta vida. Tu no lo hagas, si no quieres. Pero mira al Cristo despacio. El cuerpo aparece un tanto doblado por el dolor. Los brazos tensos. La cabeza caída. Una aureola de luz y unos maderos llenos de nudos. Arriba un ángel con semblante de cielo. Mírale despacio y piensa: Año de la Redención.

La leyenda dice que cuando el mechón de pelo sanguinolento que cae de la cabellera de Cristo y le oculta la cara llegue a tocar el pecho, sucederá el fin del mundo. Es una leyenda.

Pero el Cristo de Juan Bazcardo es una voz a tu conciencia, a tus años, a tu vida y también una esperanza a nuevos horizontes. Antiguamente se denominaba ”Cristo del trascoro”, por estar situado en el lugar que indica su nombre, cuando el coro ocupaba el centro de la Iglesia Catedral.
No te levantes sin hacer un acto de fe, de esperanza, de amor. Y reza por las intenciones del Papa: un Padrenuestro y un Credo. Hoy le sirve de marco el retablo de corte neoclásico que ya tenía en su anterior emplazamiento, realizado por Manuel de Ugertemedía, arquitecto de San Sebastián, a mediados del siglo XIX.

Forma un templete de arquitectura grecorromana construido con jaspes y mármoles de las canteras de Almándoz, Aizcorbe, Aldaz y Echaurri.

Allí está el Sagrario. Haz un acto en su presencia y levántate. Sigue visitando la catedral y después, cuando salgas a la calle, te parecerá todo más hermoso. La vida cobrará para ti una nueva dimensión.

He querido ser tu cicerone.

DN fecha y año s/l

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